jueves, 8 de noviembre de 2012

Cerrare los Ojos

Cuando estén mis ojos cerrados para siempre y no vean más el paisaje, divina, magníficamente real, aparecer; cuando se detenga mi corazón, se contraiga mi garganta, se me llenen de aire los pulmones; cuando la sangre deje de correr a través de mi cuerpo y empiece a espesarse, a secarse entre las paredes de mis arterias y venas; cuando mi piel no sienta más lo duro ni lo suave ni lo frío ni lo caliente y se ponga fina y quebradiza como el papel de un cigarrillo para dejar salir las entrañas muertas; cuando mis huesos se separen unos de otros y se vuelvan polvo como la piedra; cuando el agua, el fuego, los granos de arena, los óxidos, las raíces de los arbustos hayan desgastado todo, roído todo, aplastado todo bajo su peso; cuando las generaciones de otros hombres, las guerras, las civilizaciones hayan pasado por la faz de la tierra respirando el mismo aire que yo, bebiendo la misma agua, nutriéndose de partes de mi cuerpo, ¿habrá todavía algo… algo tenue, palpitante, ínfimo, no ya un dolor o una alegría, más bien un fantasma, un recuerdo confuso y distante que me dará un alma? Y cuando estas mismas generaciones hayan pasado, cuando los últimos hombres hayan desaparecido, cuando se hundan la tierra y el sol confundiéndose, como yo, en el vacío, ¿quedará algún resto de mí en la parte más pequeña de algún átomo? ¿Quedará alguna mínima nube de polvo flotando en el espacio absoluto que lleve un signo de que yo he vivido y que pensé en estas cosas eternas?

Les jours ou je n'existe pas